Desde comienzos de la década de 2000, son cada vez más las empresas, instituciones y profesionales del diseño que consideran que el potencial creativo de los consumidores/usuarios puede ayudar a crear mejores productos y servicios. De hecho, la idea de que hay que «diseñar con la gente» y no «para la gente» empieza a ser popular.  Es más, en estos momentos ya estamos hablando de «diseñar por la gente».

Según el Design Council, el co-diseño consiste en escuchar, aprender, comunicarse y crear. Es un conjunto de herramientas —empleadas habitualmente por los diseñadores— que se ponen a disposición de los no diseñadores cuando se les pide su colaboración en proyectos de diseño. Es una manera de diseñar soluciones para una comunidad con esa comunidad e implica a las personas que van a utilizar el producto o servicio. Se basa en la investigación y supone el paso del poder de quien encarga un diseño al usuario final, a través del diseñador.

Por todo ello, muchos profesionales del diseño actuales perciben el co-diseño como un enfoque democrático y abierto, en el que su tarea es la de facilitar que el grupo llegue a soluciones y resultados. Ello supone nuevas competencias y un cambio en la manera de entender el proceso de diseño.

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