En una sociedad informacional (como la ha denominado Castells), el sistema de producción del conocimiento se ha acelerado en su creación y acumulación y ha sufrido (y sufre) notables transformaciones tanto en su generación como en su distribución pues están apareciendo nuevos actores.

En el campo del diseño, como ha sucedido también en otros sectores, aparecen nuevos tipos de organizaciones que encabezan el fenómeno: comunidades y redes de individuos que producen y hacen circular nuevo conocimiento, ya sea de modo desinteresado, ya sea trabajando para empresas.

Esta situación se ha visto propiciada, en gran medida, por la revolución tecnológica que ha dado lugar a la era digital en la que nos encontramos y ha supuesto un impulso esencial para la producción y diseminación del conocimiento porque las denominadas tecnologías de la información permiten una interacción creativa no solo entre los miembros del mundo académico y científico sino, también, entre los diseñadores, los proveedores y los clientes finales.

Y es que cada vez menos se concibe la práctica del diseño únicamente como una relación entre el diseñador y el fabricante y se entiende cada vez  más como un conjunto de agentes interconectados (de nodos en la red): diseñadores, fabricantes y usuarios o consumidores pero, también, investigadores sociales, especialistas en marketing, distribuidores, científicos, etc…, que han de colaborar de manera activa y compartir sus conocimientos.

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